El pasado mes de agosto se presentó en la ciudad de Cusco el libro Alternativas al desarrollo, experiencias y propuestas frente al extractivismo en el contexto de la pandemia que fue elaborado por la Red Muqui, una red de organizaciones no gubernamentales de la sociedad civil de la cual hace parte Aprodeh, organización de acogida en el marco del proyecto SHARE.
En la presentación se encontraban varios miembros de la Red Muqui, como el propio autor del libro, Edwin Alejandro Berrospi y dos invitados especiales, Diomira Huamaní Challa (Organización de Mujeres de la Provincia de Chumbivilcas) que presentó su testimonio sobre el uso de alternativas en su territorio.
La promoción del libro tiene como objetivo incidir en la sociedad, fomentar experiencias alternativas al desarrollo, que tengan como base la defensa del territorio frente al extractivismo minero y la implementación de propuestas diferentes al modelo actual sobre la base de un respeto hacia la naturaleza, el uso sostenible de sus bienes, el buen vivir como modelo de vida y la igualdad real entre hombres y mujeres.
Al inicio de la presentación Carlos Portugal comentaba que la pandemia ha evidenciado que el sistema de desarrollo económico que tenemos está en crisis, debido a que estamos en riesgo de una inseguridad alimentaria y necesitamos discutir los modelos de desarrollo y reflexionar sobre las experiencias que se tiene en las comunidades y poblaciones que poseen vidas alternativas como forma de resistencia ante las consecuencias que produce nuestro actual modelo. Nuestro modelo de desarrollo ha conllevado a que el ser humano sea el culpable de los cambios en las condiciones del clima.
El concepto de desarrollo que apareció en el famoso discurso de Truman en 1949 lleva setenta años reproduciéndose a nivel global, con el objetivo de fomentar el desarrollo en los países llamados del Tercer Mundo. Irónicamente estos países del Tercer Mundo o países subdesarrollados, fueron en nuestro pasado no muy lejano colonias de los llamados países desarrollados —países coloniales—, fundándose en la vieja clasificación racial / étnica que jerarquiza a los occidentales como “civilizados” y a los pueblos originario como “salvajes” como en la época de las colonias en el Sur. Siendo esta división de desarrollo / subdesarrollo en la actualidad un mecanismo de dominación bajo el sistema capitalista de explotación.
El desarrollo apuesta por el crecimiento económico, un alto Producto Interior Bruto (PIB) orientado al consumo dentro de un mercado competitivo, en donde -como decía el economista Rostow- la desigualdad es necesaria para incentivar el ahorro y la inversión. En los años setenta, el Club de Roma cuestionó el desarrollo por los impactos que produciría a largo plazo, entre ellos la disponibilidad de los recursos naturales finitos. Carlos Portugal comentaba que a mayor crecimiento económico, mayor era el impacto en el clima, a pesar de los avances en propuestas de economía verde como el desarrollo sostenible, esto no es viable en la práctica porque no contiene un avance real para nuestro ecosistema. Esto se debe a que la economía sostenible, pretende hacer viable la dimensión económica, social y ambiental, siendo la economía el motor del desarrollo y cayendo en la idea de crecimiento infinito, cuando en realidad existimos en un mundo finito, por tanto, sigue siendo destructivo para nuestro planeta.
Para hacer frente a la crisis civilizatoria —conjunto de crisis financiera, crisis ambiental, crisis alimentaria y crisis energética—, se debe tener en cuenta las alternativas que nacen desde abajo —movimientos sociales y comunidades—, debido a que son valiosas, provienen de movimientos más amplios y nos hacen pensar en otras formas de desarrollo frente al modelo extractivista. Las alternativas que hacen un uso amigable de los bienes naturales, como la agroecología, la asociatividad, la agricultura familiar, la gestión territorial, la siembra y cosecha del agua, las tecnologías ancestrales, el turismo comunitaria, entre otras, son formas de resistencia ante prácticas y políticas hegemónicas del desarrollo.
La globalización demanda nuevas materias primas que incentivan el crecimiento de actividades extractivistas, tanto es el crecimiento que entre 1970 y 2018, la extracción minera creció 600% en América Latina, pasando de 659 a 3.972 millones toneladas extraídas (Barcena, 2020). Tenemos un modelo centrado en la explotación de recursos que genera bajos niveles de empleo y con elevados costos ambientales, sociales y políticos por la concentración de poder y corrupción que se traduce en malas prácticas como la desposesión de tierras a comunidades, devastación ambiental, entre otras.
El autor del libro, Edwin Alejandro Berrospi, comentaba que la economía que más aporta al Producto Interior Bruto (PIB) es la agricultura, no tanto, la minería aunque parezca lo contrario. En la minería tenemos unos aproximadamente 8.000 pasivos ambientales mineros (PAM)1, estos mismos están clasificados de alto riesgo, es decir, algunas se encuentran en cabeceras de cuenca -lugar donde nacen los cursos de agua- y ponen en peligro su existencia dentro de nuestro ecosistema. Frente a esto ¿cómo construimos alternativas en el país? pues el libro trata de evidenciar varios casos, como por ejemplo en la zona andina las mujeres apuestan por la conservación de las plantas, esto las empodera y a su vez les permite emplearse; en Cusco apuestan por la economía familiar; en Ayacucho se pone en práctica la siembra y cosecha del agua, la recuperación de prácticas ancestrales, entre otros ejemplos que se encuentran recogidos en el libro.
Diomira Huamaní, miembro de la organización de mujeres de la provincia de Chumbivilcas, menciona su experiencia con la cosecha de agua, siendo un modelo que acumula más de 50.000 metros cúbicos de agua en su provincia. La asociación conjuntamente con la comunidad han realizado 10 cosechas de agua. En el distrito de Cusco tienen un modelo que se llama pachachaca, en la cual las familias se benefician de este sistema de riego y hacen uso de ello en el cultivo de hortalizas y cultivo de pasto para la crianza de cuyes. La comunidad se beneficia de la economía familiar, hoy en día las familias de su provincia están ocupadas en su agricultura y no tanto en la minería.
Al finalizar la presentación se expuso la necesidad de buscar otras situaciones propias al respecto, mirar cosas concretas, propuestas de desarrollo territorial y la recuperación de prácticas ancestrales, haciendo énfasis que el libro no sólo mención la protección de cabeceras de cuenca, también hace referencia a la conservación del ecosistema, el tema de la paja, la agricultura familiar, la ganadería sostenible, la siembra y cosecha del agua. Además, no hay que olvidar los logros de los cuales se rescatan de todas estas experiencias, estás experiencias han logrado fomentar una población informada y capacitada, con el propósito de luchar por la defensa de los derechos, como a su vez, la transmisión de conocimientos tradicionales, planes de negocio y el empoderamiento de las mujeres.
Lorena Prieto autora de este artículo, es voluntaria con APY y el proyecto SHARE, de EU Aid Volunteers en la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH)
SHARE, liderado por ASPEm, cuenta como socios entre otros, con la Fundación para la Cooperación APY Solidaridad en Acción , la Asociación Pro Derechos Humanos – APRODEH , ADICE – Association pour le Développement des Initiatives Citoyennes et Européennes , Centro de Promocion de la Mujer Gregora Apaza , Dejavato Foundation , Fundación Munasim Kullakita (Quierete Hermanita) , Ghana Developing Communities Association LGB , Human Supporters Association H.S.A , Jeevan Rekha Parishad , Association Thissaghnasse pour la Culture et le Développement
1 Se entiende como pasivos ambientales (PAM) aquellas instalaciones, efluentes, emisiones, restos o depósitos de residuos producidos por operaciones mineras, que en la actualidad se encuentran abandonadas o inactivas y que constituyen un riesgo permanente y potencial para la salud de la población, el ecosistema circundante y la propiedad. Artículo 2. Definición de pasivos mineros: Perú, Ley nº 28271 – Ley que regula los pasivos ambientales de la actividad minera, julio de 2004